jueves, 24 de mayo de 2012

Ensayo de definición del coraje

Por Alfred Jarry 


 Hemos hablado aquí del duelo y, más extensamente, del ejército. Nuestra intención era llegar a una definición del coraje. Pero siempre ocurrió que perdimos la ilación de nuestras asociaciones de ideas, lo cual probaría bastante válidamente que no había ninguna relación esencial entre las dos ideas precisadas y el coraje, con el cual se las relaciona comúnmente.
El coraje es un estado de calma y tranquilidad frente a un peligro, estado rigurosamente semejante al que se experimenta cuando no existe ningún peligro. De esta definición por lo menos provisoria resulta que el coraje puede ser adquirido por dos medios: 1º) alejando el peligro; 2º) alejando la noción de peligro.
La primera actitud corajuda es la del hombre que, en razón de su fuerza natural o, más a menudo, merced a armas que se ha procurado y ha aprendido a manejar, se pone al abrigo del peligro. La lluvia nos preocupa menos si nos hallamos bajo un techo o un paraguas y el rayo si estamos bajo un pararrayos en cuyo buen funcionamiento creemos; a la vez, es extremadamente raro que un hombre vigoroso y armado hasta los dientes se intimide ante un adversario notoriamente débil y desprovisto de medios de defensa. El esquema más verosimil del coraje nos parece ser el siguiente: Hércules, con su maza levantada sobre la cabeza de un niñito que apenas comienza a caminar y entrevé las ganas de disparar. La tendencia a la realización de este tipo de ideal del coraje se manifiesta en los ejércitos permanentes y en todo el aparato de las armas. En este primer caso, el estado del coraje es una seguridad.
En el segundo caso, aquel en el cual el macizo valiente armado encuentra a otro más robusto y mejor armado, el coraje no puede ser otra cosa que ignorancia o distraída atención. Esta ignorancia se sostiene con conceptos variados y diversas formas de lenguaje. De esta manera, cada pueblo se repite a sí mismo que es el más corajudo de la tierra y que se halla "a la cabeza" de la humanidad. Desgraciadamente, la humanidad es una especie de animal redondo con cabezas en todo su contorno.
Pero aún Gerardo el Matador de leones olvidaba a la fiera para pensar en el prestigio de Francia alzado por él ante los ojos de los árabes.
Un excelente dispositivo que sirve para distraer la atención de un sujeto temible es aquél que sirve para separar al toro, en las corridas, de un objeto por el cual no siente demasiado temor: hablamos del uso de un trozo de trapo de color deslumbrante; sus efectos son diferentes según se lo presente a una temible bestia o a un pueblo débil. Acabamos de reconstruir la invención de la bandera.

Exit through the gift shop, por Banksy

Por Richard León

Exit through the gift shop constituye una de las bromas críticas (en su sentido más profundo, ¿qué broma no lo sería?) más características de Banksy respecto al boom del street art. Este inquieto y prolífico artista inglés ha demostrado que los límites no existen, ha demostrado que su capacidad crítica y de burla lo incluye todo, incluso su propia forma de vida, su quehacer artístico. Para él no sólo no existen los límites, sino que prácticamente no existen los pedestales que aseguren su justo lugar al ídolo o la moda del momento, ni siquiera las convicciones sociales que nos aseguran como especie. Todo debe ser destruido, es decir, burlado, pasado por un arsenal de cinismo absoluto que lo termine corroyendo hasta mostrar su rostro verdadero y último, escondido bajo el ornamento y el maquillaje que nos pretende decir todo está bien, no se preocupen, todo anda perfectamente bien, ustedes nomás déjense tratar bien, déjense vaciar los bolsillos y las cabezas, crean en la justa retribución, en las modas juveniles, en la perfección de una vida comodísima, los gobernantes somos los buenos, los medios de información masiva no exhibimos mentiras ni medias partes, la verdad pura, ustedes tranquilos que aquí no se engaña a nadie.
Por supuesto, las bromas en Banksy siempre resultan reveladoras del gran vacío, de la gran falta, del absurdo que terminan representando nuestras creencias y nuestros consentimientos. Detrás de sus chistes, detrás de sus bromas, siempre queda la realidad desenmascarada, cruda, esta vez ya no inadmisible sino insoportable, porque nos refriega en nuestra cara, como si de una comida putrefacta y olorosa se tratase, el cómodo sinsentido, nuestro insípido letargo.
Si Mister Brainwash es una copia, deberíamos creer que es una copia desde el lado del vacío de sentido, desde el lado de la economía, produciendo obras en masa en el sentido más vulgar y espantoso de la industria cultural. El Anti-Banksy por antonomasia, representación absoluta de la vaciedad de sentido propia de la vida moderna y mercantilizada. Sí, MBW es una copia, un fracasado en el más estricto significado de la palabra. “Los malos artistas copian, los buenos roban”, leía alguna vez en el portal de Banksy. Cita de Picasso, cuyo nombre aparece tachado y en su lugar la rúbrica de Banksy, en una de las tan acertadas bromas del artista. MBW es un fenómeno de la naturaleza, pero no de la naturaleza del arte sino de la naturaleza del mercado, de la naturaleza de la moda, está allí para producir en el sentido que la sociedad desea y busca y propicia: no está comprometido con absolutamente nada, a no ser con la producción por la producción, sin más; para él el arte no es más que una pantomima, una caricatura, un medio para llenarse los bolsillos de dinero. Mientras Banksy toma un ícono y lo transforma despojándolo del lenguaje en que se encuentra enmarcado social, política y culturalmente, dotándolo de uno nuevo o, mejor, de uno quizá menos explícito, un lenguaje casi extinto bajo la piel del lenguaje oficial, mucho más profundo y diciente que nos permite también darle una nueva interpretación, siempre más terrible y desenmascaradora, MBW no sale de la trampa que llegó a creer comprender y sus nuevos íconos no escapan del estereotipo —a no ser por accidente—, no logran hacer estallar el lenguaje en que se encuentran enclavados, no logran encontrar ese otro lenguaje oculto que nos permita leer las obras más allá de sí mismas.
Exit through the gift shop no es ni más ni menos el manifiesto apoteósico de un movimiento urbano detestado y criticado durante años, es más bien la fiel muestra de cómo la sociedad termina absorbiendo incluso a sus más encarnizados enemigos, encauzándolos en su propia lógica, deglutiéndolos y expulsándolos de nuevo al mundo ya bajo la lógica de su propia maquinaria. Constituye entonces una denuncia de sí misma, valga la paradoja. Como un graffiti, una obra artística, que se pensase a sí misma, que criticara su propia ejecución y finalidad, al mismo ejecutante y sus instrumentos. Una obra que se deconstruye a sí misma, fijándose muy bien en su propio funcionamiento y los mecanismos que operan en ella y de esta manera fijarse entonces en los mecanismos que operan en quien observa y lee a la obra misma, desmontando el funcionamiento de la interacción misma. Este es el arte del futuro, el verdadero arte. Bienvenido sea.